Quizás uno de los temas más polémicos entre los intérpretes es la direccionalidad. La dirección hacia la cual se trabaja tiene muchas implicaciones y existen partidarios de la interpretación simultánea hacia la lengua materna y partidarios -aunque los menos- de interpretar también hacia la segunda lengua. Tanto los teóricos de la traducción e interpretación como el mundo profesional se han resistido a la posibilidad de la interpretación en una dirección que no sea la natural, es decir, hacia la lengua A, y de hecho esa es la práctica habitual en los organismos internacionales.
En una ponencia que publicaría más tarde la revista Apuntes Online, Daniel Scherr explicaba con gran acierto, y mucho sentido común, el porqué de esta disyuntiva y los pros y contras de las dos opciones. De hecho, señalaba que cuando se interpreta a partir de una lengua que no es tu idioma materno, lógicamente la interpretación sale ganando en fluidez, riqueza semántica, estilo y acento, pero siempre cabe la posibilidad de que no se entienda totalmente el sentido del original. Y eso es precisamente lo que me ocurrió a mí la semana pasada. Estaba interpretando a un profesor de la Universidad de Newcastle (Reino Unido) y en un momento de su conferencia -sobre marketing estratégico y marcas- el ponente con gesto adusto aseveró que él era un auténtico «anorak». Me hubiera gustado ver la cara que se me quedó en ese momento. Ni el señor llevaba puesto un anorak, ni por asomo pensé que se estuviera refiriendo a su persona en el sentido estricto de la palabra; por el contexto de la conferencia estaba claro que Mr Newcastle acababa de admitir con total sinceridad que era algo friki… pero hay que reconocer que durante fracciones de segundos me quedé descolocada y preguntándome por el origen de semejante calificativo. En el receso, pregunté a una buena compañera de cabina, que además comparte nacionalidad con el ponente, por el oscuro significado del anorak, y con total naturalidad me explicó que anorak es un término del argot inglés que se empezó a utilizar hace años para referirse a los «trainspotters», es decir, a los aficionados a observar trenes (afición por otro lado relativamente popular en el Reino Unido). Como estos seres pasaban mucho tiempo en estaciones y andenes, observando la llegada y salida de trenes, y anotando los números de serie en sus cuadernos, solían ir vestidos con una chaqueta impermeable con capucha, un anorak. De ahí que, por extensión, el término se aplique a cualquier persona que tenga un interés algo obsesivo por un tema muy técnico.
De hecho, el ponente admitió que iba por los supermercados con un metro midiendo el espacio de lineal que asignaban a cada marca y anotándolo en su libreta. Y es que como decía el Guerrita ¡Hay gente pa tó!
He tardado en entender lo de la direccionalidad. Ahora lo tengo más claro. El sentido común dice que lo lógico sea de materno al otro para no perder matices. Respecto a verte la cara que se te quedó, seguramente no merezca la pena. Eso te ahorras 😉
Tienes toda la razón…pero me tendrás que ver el careto en breve, me temo. ¡FELIZ cumple!