Un latinismo para hipocondríacos

No sé como he podido vivir estos años de profesión ignorando la existencia de la palabra fómites (cuyo singular es fomes, por cierto). El término, aunque en desuso, se emplea normalmente en microbiología, parasitología y demás ciencias afines para designar cualquier objeto o sustancia inanimada capaz de transportar agentes infecciosos. Fómites pueden ser desde las mopas hasta las gafas, los libros o los estetoscopios. De hecho, se ha descubierto que las superficies lisas y no porosas transmiten mucho mejor las bacterias o los virus que los materiales porosos. ¡Vaya que tenemos más probabilidad de agarrar cualquier enfermedad al tocar el pomo de una puerta que al coger un billete manoseado! En realidad, la explicación es que los materiales porosos, sobre todo los fibrosos, absorben y retienen a los agentes infecciosos, haciendo que sea más difícil el contagio a través del simple tacto.

Fomes es una palabra de origen latino que significaba “astilla” o “leña” y según A. Navarro “…es un término que está ya prácticamente sancionado por el uso para designar los objetos que pueden conservar y transmitir microbios patógenos…”, y sugiere buscar un equivalente en español, como “vector pasivo”.

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