En la Sección «5 Sentidos», del periódico CincoDías, Bernardo de Miguel publica un artículo sobre la interpretación simultánea y habla –desde el punto de vista de organizadores y participantes de conferencias o congresos multilingües– de la necesaria comunicación entre oradores y organizadores haciendo hincapié en el papel mediador del intérprete y de todo aquello que hay que tener en cuenta para que el intérprete pueda realizar una faena aseada: El mejor intérprete es el que no se nota y el mejor orador es el que no obliga al intérprete a improvisar refranes o leer definiciones en un idioma que no es el suyo, por ejemplo.
Hablar con traducción simultánea exige una técnica especial
Basta! Enough! La traducción de esta exclamación puede ser casi instantánea aunque no se dominen completamente el español y el inglés. Pero ‘la gota que colma el vaso’ exige, además de un intérprete profesional, enormes reflejos para expresar en otro idioma una idea similar. Y aun así, tal vez el refrán traducido despiste a los oyentes o les aleje de la intención inicial del orador. La culpa de esos malentendidos, sin embargo, casi nunca es del traductor. La falta de pericia del interviniente suele ser la causa más probable.
‘Nuestra experiencia indica que la capacidad de comunicación de los participantes tiene una importancia clave en las reuniones multilingües’, señala la Dirección general de Interpretación de la Comisión Europea. Y esa institución sabe de lo que habla porque organiza cada año más de 11.000 reuniones con interpretación simultánea hasta en 20 idiomas.
La CE recomienda que los asistentes a encuentros donde se manejan distintos idiomas preparen de antemano la estrategia necesaria ‘para garantizar que el mensaje llega a los destinatarios’. Sus consejos resultan casi de obligado cumplimiento para las delegaciones nacionales que a diario negocian en Bruselas asuntos extremadamente técnicos y de importancia capital para su país. Ignorarlos puede acarrear una humillante derrota política o diplomática. Pero el consejo puede aplicarse a cualquier reunión empresarial multilingüe.
‘La primera recomendación es que se hable siempre que se puedan en la lengua materna, porque se presentan mejor los argumentos y se es mucho más convincente’, explica Javier Hernández-Saseta, intérprete español de la Comisión Europea de francés, inglés, italiano y portugués desde 1992. En las cabinas de interpretación, en efecto, los ceños se fruncen cada vez que un orador se arriesga a debatir en una lengua distinta a la suya, es decir, casi siempre en inglés.
‘A veces se hace por cortesía hacia el interlocutor, otras porque el vocabulario técnico es ya en inglés, pero el resultado es siempre el mismo: pérdida de comunicación’, advierte Antonio Garzón Joli, intérprete de español, francés, inglés y portugués de la Oficina Lingüística Española, una plataforma de intérpretes independientes con sede en Bruselas. Garzón considera especialmente peligrosas las piruetas lingüísticas durante los procesos de negociación: ‘Se puede perder algún detalle o matiz trascendental’.
Pero hablar en la lengua materna tampoco basta para evitar los riesgos de que el mensaje se diluya desde el micrófono al auricular del interlocutor. Los oradores deben tener presente en todo momento que sus palabras llegan al interlocutor a través de un intermediario eficaz, pero no infalible.
‘Los intérpretes no somos máquinas, somos humanos’, recuerda Elena Montiel, traductora jurada por la Universidad de Alicante. ‘Los que hablan deben saber que si lo hacen muy deprisa, incluso quienes hablan su lengua tienen dificultad para seguir su razonamiento’.
La velocidad excesiva se convierte en obstáculo casi insalvable para el intérprete si el orador, además, lee su intervención. ‘Nos viene fatal, porque la lengua escrita es mucho más sofisticada que la hablada’, señala Hernández-Saseta, que aprovecha para resaltar una de las principales diferencias entre traductor (escrito) e intérprete (oral). ‘Ellos son mucho más puristas, porque disponen de más tiempo para buscar la palabra exacta. Lo nuestro es instantáneo’.
Y multidisciplinar. Garzón, por ejemplo, se ha puesto los cascos en Kuala Lumpur (Malaisia) para la cumbre del Movimiento de países no alineados en 2003 y sólo un años antes, en Bruselas, interpretaba disertaciones ‘freudianas’ en el Congreso Mundial de Psicoanálisis Lacaniano. Dentro de unos días prestará sus servicios a los especialistas en la enfermedad de Fabry, un trastorno genético hereditario todavía poco conocido.
‘Nos ayuda mucho si con dos semanas de antelación los organizadores nos envían la documentación, glosario o vocabulario del que dispongan sobre el tema’, señala Garzón. Todo ese bagaje permitirá que el intermediario consiga el anonimato que reivindica Hernández-Saseta: ‘El mejor intérprete es el que no se nota’. Y el mejor orador, el que no obliga a su traductor a improvisar refranes sobre vasos que rebosan. Una imagen, por cierto, que en inglés evoca el lomo de un rumiante con joroba: ‘The straw that broke the camel’s back’. Nada que ver con la gota.
‘Hace falta la complicidad del cliente’
‘La interpretación es una relación de mutua confianza’, subraya Javier Hernández-Saseta, intérprete de la Comisión Europea. ‘Hace falta la complicidad del cliente’. Para crearla, advierten los especialistas, resulta imprescindible el contacto visual entre el intérprete y su cliente durante el proceso de traducción. Pero los intérpretes también agradecen conocer en persona a quienes utilizan sus servicios, para saber con exactitud sus necesidades.
vía: CincoDías