En el verano de 1994 se celebró la cumbre del G7 en Nápoles, donde se habían reunido los países más ricos del mundo, con el líder del Kremlin como invitado de honor. El Presidente Bill Clinton y su homólogo ruso Borís Yeltsin tenían que hablar con urgencia, pero el intérprete oficial había desaparecido en un momento crucial, justo antes del banquete. John Major, el entonces Primer Ministro, recurrió a uno de sus invitados –la esposa de Sir Patrick Fairweather, el embajador británico en Italia– para que hiciera las veces de intérprete. Gracias a la intervención de Maria Fairweather, lingüista e intérprete profesional de renombre, los dos líderes pudieron concluir sus conversaciones, evitando seguramente una crisis. Fairweather pasó la velada en el Palacio Real de Caserta, saltando del ruso al francés, y del italiano al inglés; cuatro de los siete idiomas que hablaba con soltura.
Fairweather distaba mucho de ser la típica esposa de un diplomático británico. Nacida en Irán de padre griego y madre rusa pasó la mayor parte de su vida viajando por todo el globo. Trabajó como intérprete profesional, se licenció en ruso e historia, escribió dos biografías aclamadas por la crítica e incluso hizo su discreta aportación para el gobierno en plena guerra fría. A pesar de su origen y de su incansable vida viajera, fue una ferviente anglófila y sin lugar a dudas consideraba Inglaterra su hogar.
Maria Merica nació el 4 de noviembre en Teherán en 1943. Su padre procedía de una familia griega que había sido expulsada de Estambul después de la primera guerra mundial. Su madre era rusa, de origen parcialmente armenio, y su familia había huido de Kiev después de la revolución Bolchevique. En sus memorias, que empezó a escribir poco antes de su muerte, el pasado mes de marzo, describía como la enviaron a estudiar a Inglaterra con 10 años. Para entonces ya hablaba cinco idiomas y le sorprendió averiguar que en la Gran Bretaña de los años cincuenta la palabra «cosmopolita» tenía un sentido un tanto peyorativo. Para ella se trataba de una cualidad a la que debiera aspirar todo el mundo.
Nada más finalizar sus estudios se casó con Patrick Fairweather y a partir de 1965, cuando su marido empezó a trabajar para el Ministerio de Exteriores, comenzó a viajar por todo el globo. Si bien la mayor parte del tiempo estuvieron destinados en capitales europeas, como Roma, París, o Atenas, también tuvieron su cuota de destinos más difíciles. Estuvo en Vientián, la capital de Laos, cuando el comunista Pathet Lao se hizo con el poder después de la retirada americana en 1975. Fairweather y un grupo de mujeres de la embajada británica consiguieron pasar entre la guardia comunista y acceder al abandonado club de la embajada estadounidense donde «liberaron» la biblioteca y todo lo que pudieron llevar consigo. Un década después se fue a vivir a Luanda, la capital angoleña, controlada por un régimen comunista en guerra con los rebeldes. La residencia del embajador británico, ubicada en la casa donde el explorador David Livingstone se había recuperado de su aventura africana, se encontraba al lado de un cuartel del ejército. Aquella Noche Vieja el matrimonio Fairweather pasó la noche a cubierto en el suelo intentando protegerse de las balas que disparaban unos soldados borrachos que estaban celebrando el fin de año.
Fairweather siempre asumió sus deberes diplomáticos con seriedad y fue una célebre anfitriona, pero eso no impidió que siguiera su propia carrera profesional. Empezó como intérprete simultánea, trabajando para la Comisión de la Unión Europea en 1977. Después trabajó para Downing Street y el Ministerio de Asuntos Exteriores. Durante la visita pionera de Mijaíl Gorbachov a Londres en 1984, Fairweather interpretó para Raisa Gorbachov, la primera vez que una dama soviética realizaba una visita de tanta prominencia a Occidente. También trabajó de manera regular para Margaret Thatcher.
Fue durante el último destino de su marido como embajador en Roma, cuando Fairweather descubrió su pasión por la escritura. La residencia del embajador británico era la Villa Wolkonsky, una espléndida casa del siglo XIX construida por el aristócrata ruso Zinaida Wolkonsky. Fairweather comenzó a investigar la vida de Wolkonsky y el resultado fue The Pilgrim Princess, la biografía de Wolkonsky. A su vuelta a Gran Bretaña completaría su segundo libro, Madame de Staël, una biografía de la escritora e intelectual francesa de la era napoleónica.
Vía: The Times, 19 de marzo de 2010
Excelente sugerencia. Voy a disfrutar la chance para recomendar la obra de Gabriel Garcia Marquez, nombrado Memoria de mis putas tristes