Li Changshuan es profesor adjunto en la Facultad de Traducción e Interpretación, de la Universidad de Estudios Internacionales de Beijing (China), así como intérprete de conferencias y traductor en ejercicio. Hace poco leí un artículo suyo que publicaba la Revista The Journal of Specialised Translation sobre las diferentes estrategias que adoptan los intérpretes para hacer frente a la velocidad de algunos ponentes.
En su artículo el autor plantea el problema de la velocidad del orador como uno de los principales obstáculos que tienen que salvar los intérpretes. La preparación previa puede, en parte, aliviar la presión que supone una conferencia o un discurso dictados a gran velocidad. Sin embargo, si la velocidad excede ciertos límites, no hay intérprete que pueda transmitir el mensaje completo, ni aunque sea experto en el tema. El «exceso de velocidad» perjudica no solo a los intérpretes sino a los oyentes. De hecho, en el caso de los discursos en inglés se habla de una velocidad óptima de 100 a 120 palabras por minuto (aunque el recuento de palabras o sílabas por minuto varía según los idiomas). Para hacer frente a semejante exceso de verbosidad y velocidad, Li Changshuan sugiere cuatro estrategias: solicitar al ponente que hable más despacio, que el intérprete hable mucho más deprisa, que el intérprete resuma la ponencia; o que el intérprete apague el micrófono: Coping Strategies for Fast Delivery in Simultaneous Interpretation