Algunos días me despierto deseando ser tan inteligente y astuta como una de las especies arbóreas que más me gusta, el Palo Borracho, y haber evolucionado de igual manera desarrollando un sistema de protección y defensa ante los abyectos depredadores. ¡Qué se le va a hacer!
El increíble Palo Borracho (Choristia speciosa) es un árbol caducifolio de la familia de las bombacáceas, nativo de los bosques cálidos y húmedos de las regiones tropicales y subtropicales de América Central y del Sur. Tiene también otros nombres comunes igualmente bonitos y sonoros, como toborochi, yuchán, algodonero, palo botella, palo barrigudo, samohú, samuhú, ñandubay, o painero.
Una de las características más notables de mi admirado Palo Borracho no es la belleza de sus flores o el porte de sus ramas, sino la característica forma de su tronco. El árbol es originario de los desiertos de Argentina (Salta, Catamarca, Jujuy…) tierras muy áridas y que reciben muy pocas lluvias. Por la noche el Palo Borracho bebe el agua del rocío y va almacenándola en un depósito que alberga en su interior y que emplea cuando la sequía se agrava o perpetua. Los animales lo saben, y cuando aprieta la sed y no encuentran otras fuentes, rascan el árbol hasta hacerle una herida por donde mana el líquido. El árbol cuenta con un mecanismo de defensa, unas especie de blindaje vegetal –unas inmensas púas en forma de clavos– que hacen difícil la tarea de los animales. Supervivencia.
Si algún día veis un ejemplar de Palo Borracho, dadle unas palmaditas a su enorme barriga, y escuchareis el sonido del agua que contiene en su interior.