Cuantas veces no nos habremos quejado del marcado acento de un orador o habremos sudado la gota gorda intentando sacar algo de sentido a un puñado de palabras que parecían sacadas, eso sí, del diccionario Oxford pero que estaban dispuestas (arrojadas, más bien) de tal forma en el discurso que era prácticamente imposible saber de qué estaba hablando el ponente en cuestión. Me tranquiliza ver que muchos investigadores que asisten a congresos científicos tienen la misma percepción y sufren también esa misma frustración. En Science News, Janet Raloff ilustra a las mil maravillas este tipo de situaciones que hemos vivido tantas veces desde la cabina (oradores empecinados en aturdirnos con millones de cifras y datos embutidos en una presentación de 10 minutos, por ejemplo), y vuelve a recalcar la importancia de la comunicación (objetivo primordial de cualquier conferencia o presentación científica, algo obvio pero que se olvidado muchas veces). Merece la pena leer su artículo: Let’s put the accent on communication