Hacía tiempo que no escribía sobre temas agropecuarios pero hoy Google celebra el 70 aniversario de La Tomatina y mañana los turiasonenses hacen lo propio con el Cipotegato, así que no he podido resistir la tentación de hacer una entrada «botánico-turística» para hablar de tomates. Sí, tomates, la segunda verdura –fruto, en sentido botánico– más consumida en el mundo, después de la patata.
Este verano la curiosidad me llevó a conocer los jardines del castillo de La Bourdaisière, un pequeño hotel propiedad de Louis Albert de Broglie (apodado el «Príncipe Jardinero») y situado en el valle del Loira, cerca de Tours, en Francia. Su dueño abandonó una próspera carrera en la banca para fundar un pequeño imperio del desarrollo sostenible y en 1998 creó en este castillo el Conservatorio nacional del tomate, una colección única que reúne 650 variedades de tomate. La idea de crear esta colección surgió de su interés por la biodiversidad y a la vuelta de un viaje por Asia y la India comenzó un huerto basado en especies raras de tomates que después fue ampliando con material donado por coleccionistas y jardines botánicos de todo el mundo (por cierto, las semillas del Conservatorio son semillas libres y se pueden adquirir en la tienda del hotel o por correo).
El jardín es extraordinario, contiene tomates de todo tipo, tamaño, forma o color y de todos los rincones del globo; tomates blancos, verdes, rosados, violetas, amarillos, naranjas, negros; estriados, redondos, ovalados o alargados; pequeños como canicas o cultivares que pesan más de un kilo. Además de las 650 variedades de tomates hay unas 50 variedades de hierbas medicinales, 30 de lechugas, 240 variedades de dalias, 100 árboles frutales de colección y un gallinero.
En septiembre se celebra el Festival del Tomate, una feria que reúne en La Bourdaisière a cocineros, agricultores y curiosos, así que si os podéis acercar sería la mejor ocasión para conocer el Conservatorio 😉