Para los que no paran de dudar, en cabina y ante un texto, transcribo más abajo un magnífico ensayo sobre la duda de Manuel Mata Pastor que apareció en la Revista El Trujamán en julio de 2003. Imposible expresarlo y describirlo mejor.
Dudar es una actividad indisociable de la traducción entendida como proceso intelectual. Compañera inseparable del traductor en su quehacer cotidiano, la duda obstaculiza su tarea, alienta su desvelo, contamina sus decisiones y aun consigue sobrevivir en más de una ocasión a sus tercos esfuerzos por aniquilarla.
Ningún traductor pone en duda la existencia de la duda. Tampoco su persistencia. Hay dudas razonables, admisibles, discutibles e intolerables. Las hay metódicas y fugaces, irresolubles y triviales, insolentes y cansinas, escurridizas e indomables, palmarias y sibilinas, íntimas y universales. Toda traducción provoca —o debería provocar— infinitas dudas: ortotipográficas, terminológicas, anfibológicas, sintácticas, estilísticas…
La duda se puede traducir en vacilación, sospecha, desconfianza, indecisión, indeterminación, inseguridad o falta de crédito. Buen conocedor de sus incontables disfraces, el traductor dedica gran parte de su tiempo a desenmascarar la duda y a despacharla con maestría para desterrarla, por fin, de los textos que fabrica. Si fracasa en su empeño, casi siempre puede apañárselas para camuflarla al ojo clínico del revisor de turno.
La indecisión se cuenta entre los enemigos más fieros del traductor. No me cabe duda. Dejando a un lado la falta de interés o de curiosidad, la socorrida escasez de tiempo o la ignorancia —supina o rayana en la incompetencia—, dudar es su sino. Su deber, detectar los problemas que se agazapan en sus encargos; si es intérprete, reaccionar de manera fulminante sin perderles la cara.
Pocas cosas desasosiegan tanto al traductor como ese zumbido infatigable de su conciencia, que se prolonga acabado el texto. Pocas hay tan perdurables como las dudas no finiquitadas antes de entregar una traducción.
Muchas veces, dudo y luego traduzco; otras, las menos, traduzco sin dudar. Luego, casi siempre acabo dudando.